Lo que comenzó siendo una pequeña y vieja alquería de origen árabe, al-Muwallidin, que al parecer significa “nuevos conversos”, se convirtió a partir de la segunda mitad del siglo XVI en un próspero lugar gracias a la mejora en las infraestructuras de riego que les proporcionó la creación de las acequias Mayor y del Río junto al Azud de Alfeitamí. Esto le permitiría a Almoradí “comprar” su independencia de Orihuela en 1583 con el título de Universidad, que mantendría hasta 1791, fecha en la que pasó a denominarse Villa.
Aquella Villa tuvo que reedificarse por completo tras el terremoto de 1829 y reponerse a guerras y epidemias, pero nada evitó que volviésemos a ser una importante referencia agrícola en la comarca.
Según Madoz, en 1850, nuestra población era una gran productora de trigo, maíz, hortalizas, seda, cáñamo y vinos, además de contar con fábricas de aguardiente y jabón, dos calderas de tinte, un molino harinero y seis de aceite.
A principios del siglo XX contábamos además con una fábrica de electricidad, otra de agramado del cáñamo, tres de conservas…
Gracias a aquellos emprendedores nuestra población siempre atrajo mano de obra y evitó en gran medida el éxodo de los jóvenes que buscaban trabajo en la industria al no querer seguir con la agricultura.
Así ocurrió de nuevo a finales de los años sesenta con la instalación de grandes industrias dedicadas a la fabricación del mueble y que crearon muchísimos puestos de trabajo.
Pero el ciclo industrial llegó a su fin, y a éste le siguió lo que parecía un nuevo y floreciente negocio: la construcción.
De nuevo los jóvenes encontraban trabajo bien remunerado y el dinero volvía a circular.
Junto a la construcción surgió un importante comercio: muebles, moda, restaurantes, inmobiliarias.
Almoradí se convirtió en la gran “Ciudad de Servicios”.
Pero ahora basta con darse un pequeño paseo por cualquiera de los polígonos, o mejor aún, andar por nuestras calles de comercios cerrados, para descubrir que necesitamos reinventarnos, que esto ya no funciona. Siento como mío el dolor de cada uno de los comercios que, inevitablemente, van cerrando sus puertas.
Nos encontramos con una situación bien distinta. Ya no existe demanda de mano de obra y los jóvenes -mucho más preparados- se ven obligados a marchar lejos en busca de un futuro mejor. Es ahora, en este largo puente y en la cercana Navidad, cuando los ves regresar a pasar unos días con la familia y amigos...y me pregunto. ¿Hacia donde vamos? ¿Qué modelo de ciudad queremos? ¿Podríamos convertirnos en un destino turístico? (me lo preguntaba no hace mucho en ESTE ARTÍCULO) ¿Cómo cambiar el ciclo para que nuestros jóvenes se queden?
Lo siento, pero no tengo respuesta clara.
Nos encontramos con una situación bien distinta. Ya no existe demanda de mano de obra y los jóvenes -mucho más preparados- se ven obligados a marchar lejos en busca de un futuro mejor. Es ahora, en este largo puente y en la cercana Navidad, cuando los ves regresar a pasar unos días con la familia y amigos...y me pregunto. ¿Hacia donde vamos? ¿Qué modelo de ciudad queremos? ¿Podríamos convertirnos en un destino turístico? (me lo preguntaba no hace mucho en ESTE ARTÍCULO) ¿Cómo cambiar el ciclo para que nuestros jóvenes se queden?
Lo siento, pero no tengo respuesta clara.
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