El olor....ese intenso y agradable olor a mona que inundaba toda mi calle -la de Larramendi- es uno de mis queridos y añorados recuerdos de infancia. Un olor que cruzaba el inmenso jardín de don Rafael -el médico- y que llegaba hasta mi cuarto despertándome hasta que, como una droga, me obligaba a pedirle dinero a mi madre e ir en busca de las monas de la "Rosario".
Sí. El Horno de Manolo el Sémola era, para mí, el de la Rosario...una incansable mujer a la que he conocido siempre en el mostrador de su panadería vendiendo el mejor pan diario y los mejores dulces -manchegos y toñas por Navidad o Monas por Pascua y Carnaval-.
¡Ay, Rosarico! hecho de menos tu olor -bendito olor a mona y pan recién hecho-.